Un esbozo historiográfico de Hernán, la Serie

Mario E. Fuente Cid
15 min readSep 2, 2023

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[Este texto fue escrito a inicios de diciembre de 2019, en el contexto del estreno de la Hernán, la Serie. Se propuso para publicación en cierto medio y fue aprobado. Sin embargo una serie de decisiones y sucesos, que en términos generales superan a los involucrados, no posibilitaron su publicación final. Retomo aquí el borrador original, con algunas ligeras enmiendas.

Leido el ensayo a la distancia queda constatado que Hernán, la Serie, estaba destinada a ser el enésimo producto de consumo desechable, intrascendental y puramente coyuntural de la Conquista.]

No pocos han sido los señalamientos de investigadores sobre la falta de fidelidad con la que Hernán, la Serie, recrea los sucesos históricos en los que se basa. Dichos cuestionamientos, los cuales referiremos más adelante, parecerían perder peso frente a las licencia creativas a las que se recurrió a favor de su narrativa, pues estamos ante un ejercicio de ficción.

Sin embargo, la piedra de toque para Hernán ha sido la forma en la que se presentó en la prensa nacional. A mediados de octubre, a un mes antes de su estreno, Edgar Galicia en el noticiario Hechos de TV Azteca señaló que “Toda la serie cuenta con una asesoría histórica sin precedente, además de referencias obtenidas de tres fuentes: crónicas y códices, museos y ciudades arqueológicas y trabajos de arqueólogos, historiadores y etnohistoriadores”.

Ha sido el contraste entre las fuentes en las que supuestamente se basó y lo que la serie elige presentar, uno de los principales motivos que nos llevan a proponer este análisis. Si bien nuestra intención en este escrito no es analizar minuciosamente cada uno de estos “errores”, pues de principio no los consideramos tales, sí lo es intentar desvelar cual es el programa político-historiográfico que subyace en esta serie. Diversos elementos, tanto en la trama como en las declaraciones de la producción y el elenco, nos permiten ver como los recursos históricos elegidos hablan del proyecto en su conjunto.

Buscando a lo asesores de la serie

Los aparentes traspiés, como dotar a Hernán Cortés de una espada de El Señor de los Anillos, hicieron que nos preguntáramos ¿Cómo y quiénes asesoraron la serie? En primer lugar, si intentáramos responder dicho cuestionamiento buscando entre los créditos finales del programa, nos sorprenderíamos al constatar que en ningún lugar se refiere a equipo de asesores histórico alguno. Sí están, en cambio, todas las personas involucradas en herrería, utilería, maquillaje, asesoría del maya y náhuatl, etcétera. Pero la producción, la cual ha basado gran parte de su estrategia de marketing en recalcar la gran asesoría que recibió, no declara en sus créditos finales a una sola persona en este rubro.

En segundo lugar podríamos dirigir la búsqueda a las entrevistas con el elenco principal, intuyendo que, como parte de la preparación actoral, se referirá el proceso de cómo y quienes les ayudaron a introducirse en sus respectivos papeles. Sobre este punto Dagoberto Gama (Moctezuma) comenta que “tuvieron la fortuna de tener (la asesoría de) académicos de alto nivel, historiadores, arqueólogos, doctores, en fin…”, más en ningún momento nombra a dichos especialistas (<https://www.youtube.com/watch?v=GdfZzuE-CnU>).

Por su parte Victor Oliviera (Blas Botello), según El Universal, “se metió de lleno en el personaje leyendo de historia, documentándose lo más que pudo y gracias a textos de historiadores…” (<https://www.eluniversal.com.mx/espectaculos/television/blas-botello-el-adivinador-de-hernan-cortes-aparecera-en-la-serie>).

Ambos testimonios nos resultan contrastantes, pues parece que la responsabilidad de prepararse para el papel recayó más que en un gran equipo de expertos asesores, en una búsqueda individual.

En tercer lugar, en diversos medios, la supuesta asesoría histórica se presenta de la misma manera que en las declaraciones del elenco y en los créditos finales, es decir, ausente. Según Expansión, por ejemplo, “La producción también contó con el apoyo de expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)”, una vez más, en plural y sin referir nombres (<https://expansion.mx/vida-arte/2019/11/05/hernan-la-produccion-mas-cara-del-ano-en-el-mercado >). Según El Diario MX se contó “con la asesoría de Eduardo Matos Moctezuma, Raúl Barrera y Leonardo López Luján” (<https://diario.mx/espectaculos/inicia-la-conquista-20191122-1590746.html >) hecho que fue desmentido por el este último en su cuenta de tuiter (@LeoLopezLujan): “Yo no asesoré nunca esta serie. Lo dicho en esta nota es falso.” (<https://twitter.com/LeoLopezLujan/status/1198084963603746816 >)

Finalmente debemos aclarar que la única persona que figura como asesor histórico, en los créditos del intro de la Serie, es Cesar Moheno. Diversas entrevistas al mismo Moheno, y a miembros de la producción, confirman que fue él, Cesar Moheno, el único asesor de la serie.

Conformada por ocho capítulos, con un presupuesto total aproximado de 240 millones de pesos, equivalentes a 1.5 millones de dólares por episodio, la serie se presenta como la más ambiciosa realizada en Latinoamérica hasta la fecha. Sorprende saber que, de ese enorme presupuesto, se haya considerado a una sola persona para brindar la asesoría histórica de la totalidad de la producción.

Cesar Moheno no es un historiador de la Conquista

Sin ánimos de cuestionar el desempeño laboral de Moheno, es importante señalar, por un lado, que si nos dejamos orientar por sus publicaciones académicas, Las historias y los hombres de San Juan y En la nostalgia del futuro: la vida en el bosque indígena de Michoacán, constataremos que su perfil como historiador está centrado en el Michoacán rural del siglo XX, y no en la Conquista Española. Por otro lado su designación, por ejemplo, en 2013 como Secretario Técnico del INAH, y en 2018 como vicecoordinador de Cultura del candidato priista José Antonio Meade, señalan que su labor profesional está más orientada a la administración que a la investigación.

La razón por la cual la producción de Hernán, La Serie, con su presupuesto multimillonario, no se decantó por la conformación de un verdadero equipo de asesores, y en cambio, eligió cargar toda esta responsabilidad al historiador Cesar Moheno, por ahora, supera los alcances de este escrito.

Hernán, La Serie, se basó en una visión tradicional de la Conquista

Según se deja ver en medios, en entrevistas al elenco y en declaraciones del mismo Moheno, su asesoría consistió, sobre todo, en las recomendaciones bibliográficas de textos que hablan del periodo. Según El Sol de México, para Moheno, “el libro La Conquista de México, de Hugh Thomas, fue fundamental para la historia” (<https://www.elsoldemexico.com.mx/gossip/serie-hernan-la-verdadera-historia-hernan-cortes-amazon-tv-azteca-4482691.html>). Aunque el libro de Thomas es comúnmente presentado como una investigación respaldada por fuentes de primera mano, como nos recuerda el investigador Matthew Restall, prevalece en él una visión decimonónica del suceso, fuertemente inspirada en la Historia de la conquista de México, que en 1843 publicó William Prescott. Es decir que La Conquista de Hugh Thomas, más que novedosa, mantiene una perspectiva tradicional, pues este libro enfatiza “las intrigas y el impacto decisivo de los líderes españoles e indígenas mexicanos, principalmente los primeros” (Los Siete Mitos de la Conquista Española p. 46).

La superioridad tecnológica europea es otro tópico común tanto en Thomas como en Cortés, de José Luis Martínez, otro libro empleado por Moheno para su asesoría. Este último refiere que “pese a la superioridad numérica y al valor y excelencia de los guerreros mexicas y sus aliados, ellos estaban destinados a la derrota, por la ventaja de las armas españolas”, llegando Martínez a extremos tan anacrónicos como señalar que el armamento europeo era equivalente a las “armas atómicas” frente a las cuales los mexicas se defendían con “armas paleolíticas” (Cortés, p. 28).

Esta insistencia constante del metal como elemento de superioridad contrasta con lo manifestado en múltiples documentos del siglo XVI, como el alarde de la expedición de Vázquez de Coronado a Nuevo México, que señalan que hasta un 90% de la hueste europea no contaba con protección de metal alguna y en cambio utilizaron armaduras de algodón de estilo mesoamericano conocidas en nahuatl como ichcahuipilli, hecho que no encontramos reflejado en Hernán, La Serie, que prefiere representar a los indios casi desnudos y a la tropa española con armadura de metal.

Eficacia comunicativa, diversidad lingüística e inteligibilidad

Paralelo a lo anterior, la lingüista Amanda Delgado, en su cuenta de twitter (@IxAmandaDelgado) señaló la ausencia de del idioma totonaco (tutunakuj/laalanaachiwiin), el cual se hablaba en Cempoala, ciudad que aparece en los primeros capítulos de la serie (<https://twitter.com/IxAmandaDelgado/status/1198844961543864320>). La producción, en cambio, prefirió hacer que cempoaltecas y españoles se comunicaran en el trinomio nahuatl-maya-español. Es evidente que incluir el totonaco agregaría una complejidad aún mayor al ya difícil sistema de intérpretes y que, con fines narrativos, se optó por simplificar el sistema. Delgado también señala que el maya Chontal (Yokot’an), el cual debió ser el tipo de maya hablado por Malitzin, fue remplazado en la serie por otra lengua, aparentemente el maya peninsular (<https://twitter.com/IxAmandaDelgado/status/1198828393560756224>). Igualmente es sabido que españoles entraron por el oriente de Tlaxcala, zona habitada por Otomíes, quienes se supone inclusive, pelearon junto a Xicotencatl. Al igual que el totonaco o el maya chontal, el otomí no está presente en la producción.

Lo antes expuesto manifiesta, según proponemos, dos problemas. El primero es que reducir el diverso mosaico mesoamericano a una sola lengua, el maya es desechado pronto, niega la enorme diversidad lingüística de esta porción del continente. El segundo es que presentar como completamente inteligibles al náhuatl y al español, además de ser una decisión que, a costa de lo histórico facilita el desarrollo de la trama, es uno de los grandes mitos con que se ha construido la narrativa tradicional de la Conquista Española.

Como lo señala Matthew Restall este “mito de la eficacia comunicativa”, tan presente en historiadores como Hugh Tomas, oculta el verdadero laberinto epistémico que debió ser la traducción entre español y náhuatl, a tal grado que Restall concluye que “la comunicación entre invasores e invadidos eran una serie de palos de ciego” (p. 149) y no el fluido proceso que la serie representa. Por ejemplo cuando en el quinto episodio Cortés, con ayuda de Malitzin, dice a Moctezuma “eso que tenéis allá arriba no es un dios, Huey Tlatoani, es un demonio. Debéis renunciar a él, dejareis de sacrificar a gente y comeros sus carnes. Eso es atroz, salvaje”, el emperador mexica, a juzgar por su respuesta, parece comprender perfectamente los conceptos cristianos de Dios y demonio, que Cortés le comunicó.

Otro ejemplo de esta supuesta eficacia comunicativa de los españoles se manifiesta en la pronunciación de las palabras indígenas. En las fuentes documentales del siglo XVI, como las cartas del mismo Hernán Cortés, el nombre que se le dio a la ciudad de Cholula fue “Churultecal”, cuando en nahua debió ser Tollan-Cholollan. Pero ni una ni otra aparece mencionada en la serie. Tampoco aparecen los famosos “Temixtitán” o “Tlatilulco”, que era la manera en que se transcribieron Tenochtitlán o Tlatelolco. En cambio, frente a lo que señalan los mismos documentos cortesianos, los españoles de la serie parecen tener una dicción envidiable del náhuatl. Inclusive el propio Cortés, hacia el quinto capítulo, ya empieza a hablar algunas pocas palabras en el idioma nativo, reforzando así la idea de la eficacia comunicativa entre unos y otros. La única excepción a la buena dicción del náhuatl se da cuando el conquistador Pedro de Alvarado, construido en toda la temporada como el villano, al preguntarle otro español como se llamaba el dios de los mexicas contesta, con arrogancia y desprecio, “Huichilobos”, que es como encontramos consignado a Huitzilopochtli en los documentos coloniales.

En Hernán se renuncia a la complejidad histórica, para simplificar la narrativa

Aunque en Historia desde hace casi un siglo, a partir de Marc Bloch, el supuesto acercamiento a las fuentes como portadoras de la verdad sobre el pasado, ha sido fuertemente debatido, en Hernán, se declara fueron utilizados códices coloniales y crónicas, las llamadas fuentes primarias, para presentar una versión “más fiel” del suceso.

Aquí más que reconstrucción histórica, nos encontramos frente a una posición historiográfica tradicional. Por un lado la iconografía del periodo insiste en representar a los españoles como hombres forrados de metal que portan peligrosas armas, con las cuales derrotan a los primitivos indios. Pero esta supuesta presencia del metal es más imaginaria que real, pues si en dichas fuentes aparecen representados así es por que están empleando los modelos iconográficos medievales de los soldados cristianos cruzados, los soldados de Dios. Como ya se mencionó líneas atrás, lo que otros documentos nos permiten ver, es más bien la ausencia de armaduras de metal y no su presencia. Sabemos también, por estas mismas informaciones, que muchas veces los españoles por calzado emplearon sandalias de estilo mesoamericano, y no las puntiagudas botas con las que se insiste representarlos.

Por otro lado los mismos documentos utilizados para construir la imagen del español metálico son claros en representar a los guerreros indios con los trajes de guerrero, la mayoría de ellos de cuerpo completo. Entre estos encontramos los famosos “guerreros jaguares” o “águilas”, que en la serie, por toda armadura, son dotados unicamente de un yelmo o casco, sirviendo esto para refirmar el tropo recurrente, en toda la serie, de la desnudez india, y la consecuente vulnerabilidad frente a las armas españolas. Tropo escenificado, además, en la facilidad con que las espadas de conquistadores atraviesan los desprotegidos cuerpos indios.

Aun cuando insistimos que las llamadas fuentes primarias no deben ser utilizadas sin reconstruir el contexto histórico en que fueron producidas, el uso ambiguo que se les da en la serie muestra como las versiones de Hugh Tomas o José Luis Martínez están filtrando la manera en que se emplean códices y crónicas. Una visión en la cual, ya lo referimos antes, el conquistador español es un ser imbatible, superior tecnológicamente y destinado a la victoria.

Además de los señalamientos anteriores hay numerosos pasajes que manifiestan este discurso historiográfico: la presencia de negros que también son esclavos, aun cuando sabemos que conquistadores negros participaron en la campaña. Las diferenciación de las poses sexuales, a la usanza de la película La Guerra del Fuego, en la cual la posición de misionero española se presenta como más moderna, frente al primitivo y casi animal acto sexual indio realizado “en cuatro”. El gran espanto que causa a los enviados de Moctezuma el cañón detonado por Alvarado en las costas de Veracruz. La palmera en esa misma playa, la cual sirve para reiterar el aspecto tropical de la locación, aunque palmeras de coco fueron introducidas por españoles desde Asia. La reducida participación de los aliados tlaxcaltecas, que luego del capítulo tercero pasan a un plano más que secundario. El asombro de Moctezuma ante las armas de metal. La caricaturización de la antropofagia mesoamericana, calcada de los descartados postulados del antropólogo Marvin Harris. La reducción de la relación Cortés-Malitzin a una trama romántica. La renuncia a no problematizar los procesos sino los personajes, hecho manifestado en los títulos de los capítulos, nombrados como los protagonistas, etcétera.

Todos estos tropos, los cuales recaen no sólo en la visión de Tomas y Martínez, sino que van más atrás hasta el siglo XIX, obedecen a esta doble operación que ya mencionamos: primero se opta por la simplificación de las narrativas coloniales y posteriormente, de esa versión simplificada, se elige la que privilegie a españoles sobre indios. Consideramos pues que estos pajes, más que errores históricos, deben ser pensados como decisiones de producción cuidadosamente tomados para el beneficio de la trama, aun cuando esto haya significado abrazar un modelo tradicional de la conquista y renunciar a la complejidad histórica.

El trasfondo político-historiográfico de Hernán, La Serie.

En prácticamente todas las entrevistas a Oscar Jaenada (Cortés) este considera que no hay un velo político detrás de la serie, pero las declaraciones de distintos periodistas de Grupo Salinas, y de la producción misma, muestran otra versión.

En Hernán, La Serie, como hemos tratado de demostrar, más que una consulta directa de las llamadas fuentes primarias, se realiza una traducción de estas a partir de la doxa tradicional de la conquista. Que se haya elegido esta posición historiográfica, sobre otras propuestas más novedosas, es una elección política, más que histórica.

Durante un programa especial, mitad mesa de debate, mitad foro de presentación de Hernán, Sergio Vela, director de Arte y Cultura de Grupo Salinas, junto a los historiadores del INAH Cesar Moheno y Rodrigo Martínez Baracs, este último hijo de José Luis Martínez, dialogan sobre la importancia del periodo. Hacia el final de la mesa Vela refiere que una de las intenciones de revisitarlo es buscar la conciliación nacional, idea que retoma Martínez Baracs al comentar que

la conciliación la hubo bastante pronto, desde el comienzo: los indios, una vez se estableció el dominio español, no tenían conflicto con los españoles (…) de hecho puede decirse que la velocidad de la conquista, y la velocidad de la conquista espiritual, son muestra de que, para los indios, esta religión de paz y amor era mucho mejor que la religión que tenían antes, de guerra, de sacrificios, de antropofagia, acogieron el catolicismo con gran gusto.

Según Rodrigo Martínez los indios, durante todo el periodo colonial, “no tuvieron un problema de conciliación” y si hay algún responsable de la ruptura de dicha conciliación lo debemos buscar en el siglo XIX pues “Es este discurso liberal el que va dividir la historia de México, entre buenos y malos, buenos liberales, malos conservadores, buenos indios, malos españoles, absurdo”. En contraposición a esta visión liberal, Martinez Baracs concluye: “precisamente es la historiografía conservadora con Lucas Alamán, y con Joaquín García Icazbalceta los que dicen la Conquista es el nacimiento de la nación Mexicana, porque es el momento en que entran en contacto indios y españoles, africanos, es el momento del mestizaje”, a lo que Vela, casi interrumpiendo a Baracs, agrega: “(la Conquista) es el verdadero crisol, y no la independencia”.

Hacia el final del programa Sergio Vela pregunta a Cesar Moheno cuales son los objetivos de Hernán, la Serie, a lo que este, en su calidad de asesor de la productora responde: lograr la conciliación. (<https://www.youtube.com/watch?v=tivX2z7DcUs>).

Si bien no buscamos culpabilizar la manera en que la prensa ha presentado “la gran asesoría histórica” detrás de Hernán, La Serie, la producción y miembros del elenco, tampoco han manifestado mucho esfuerzo por matizar estas declaraciones. Preocupa, sí, la candidez de las declaraciones de Jaenada, arriba referidas, y la insistencia en señalar que Hernán es una “producción mestiza” (Fidela Navarro, productora <https://www.youtube.com/watch?v=qdx04VbZ2jU>), pues en términos históricos el mestizaje, antes que un fenómeno biológico o cultural, es un proyecto político. También nos parece cuestionable que esta bienintencionada búsqueda de “conciliación nacional” se haga negando la complejidad, la violencia y erradicación de la civilización mesoamericana sufrida durante la Conquista.

En la entrevista antes mencionada, Fidela Navarro declara puntualmente que Hernán “no es una serie sobre la Conquista, es una serie que responde a la pregunta de ¿Quién era Hernán Cortés?”. Su declaración es concordante con el proyecto historiográfico en que se basaron. Antes que Tomas, antes que los dos Martinez, padre e hijo, e incluso antes que Alamán e Icazbalceta encontramos a William Hickling Prescott. Desde los inicios de la dominación española en el continente americano hasta el siglo XIX, fue conformándose una narrativa que conocida como la “Leyenda Negra”. Dicha visión, emanada de los intereses coloniales de las nuevas potencias inglesas y francesas, denunció la destrucción de las poblaciones nativas a manos de los españoles y fue más o menos hegemónica hasta que apareció la versión de la Conquista de los Estadounidenses. Esta nueva lectura, cuya matriz cultural era el romanticismo decimonónico, pero también el Destino Manifiesto, inició con Washintong Irving y su obra sobre Colón, pero fue por Prescott que alcanzó su cima con la Historia de la conquista de México (1843).

Es en esta obra donde Prescott aleja la figura de Cortés de la “Leyenda Negra” y lo construye como el gran genio que fue capaz, “junto a 500 hombres”, de subyugar al tiránico imperio azteca. Antes de continuar la exposición hay que puntualizar que si Prescott se aleja de la famosa leyenda negra es sobre todo por que en ese momento Estados Unidos estaba consolidándose como una potencia, y este país, al igual que España con Cortés, debía, por el Destino Manifiesto, llevar la civilización al continente.

La Historia de la Conquista de México fue un libro tan influyente que liberales y conservadores por igual le adoptaron como modelo para escribir los proyectos historiográficos que dotarían de identidad al naciente Estado Mexicano, siendo el conservador, como bien reseña Martínez Baracs, el que se decantó por perfilar a Cortés como el conformador de la patria mexicana, mestizaje mediante.

Vemos pues que si Hernán, La Serie, opta por amplificar, con su enorme producción, este proyecto historiográfico y no otro, es por que es el que les resulta más adecuado para reivindicar la figura del conquistador como un héroe civilizador, liberador del despótico régimen que mantenía sumidos en el terror a las poblaciones nativas. Acá los postulados sobre la enorme carga tributaria, que supuestamente exigía el imperio Mexica a sus provincias, pierde peso frente al discurso de la terrible antropofagia y el sacrificio humano que tanto horroriza a la mente occidental.

En diversos pasajes de la serie se muestra como Cortés está preocupado por mantener, más o menos, una justificación legal a sus decisiones: Aunque insistentemente requiere el oro, es capaz de renunciar a la ambición personal con tal de enviarle el famoso quinto real al emperador Carlos V. Inclusive en el episodio final de temporada, donde se muestra la Noche Triste, Hernán está casi tan por preocupado por Malitzin como por por la mula que llevaba el oro del rey. Cuando después de la victoria mexica se le notifica que el oro se perdió en la batalla Cortés se muestra apesadumbrado, pues ha fallado en uno de sus objetivos.

Esta actitud “legalista” contrasta con las informaciones referidas por el historiador Silvio Zavala, quien refiere como el mismo Cortés, aprovechándose de “indios plateros”, fundía oro en secreto, para evitar pagar los correspondientes impuestos a la Corona Española. De igual forma lo que en Hernán, La Serie, se presenta en el primer capítulo como un combate estratégico contra Pánfilo de Narváez, en las crónicas del siglo XVI se muestra como una serie de negociaciones en donde Cortés, aprovechando el oro que le proveyó Moctezuma, logra corromper a la mayoría de los hombres enviados por el Gobernador de Cuba, de tal manera que el combate es más bien poco, y es con sobornos como convence a estos expedicionarios de unirse a su hueste.

Como hemos señalado Hernán elige presentar las narrativas más simplificadas, tradicionales y conservadoras de La Conquista, en un nuevo formato, a costa de lo histórico. A lo largo y ancho de la producción es notorio el esfuerzo puesto en reivindicar al Conquistador, tanto como un hombre esforzado en cumplir la voluntad de su Dios y del Rey, como en su papel de padre de la futura patria mestiza. En este mismo sentido es importante señalar que durante el cierre de temporada, en donde otras producciones emplean el recurso del cliffhanger, se opta por terminar el episodio con la escena del nacimiento del hijo de Cortés. Así las últimas palabras del Conquistador, del capítulo y de la temporada entera son “Se va a llamar Martín, como mi padre. Martín Cortés Malintzin”. De esta manera finaliza Hernán, La Serie, con el nacimiento del primer mestizo.

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